jueves, 4 de agosto de 2011

SALOMON

El Rey Salomon frente a la Reyna de Saba

                Salomón

Rey de Israel, 970-931 a. C. Hijo y sucesor del rey David, su padre, y de Betsabé, nacido en Jerusalén, 2 S 5, 14. Cuando Salomon. nació el profeta Natán lo llamó Yedidías, del hebreo Yediyah, que significa “amado de Yahvéh”, 2 S 12, 24; palabra que, según los exegetas, implica el perdón al pecado de David con Betsabé, y la escogencia de S. como rey, por encima de sus hermanos con mejores títulos hereditarios; aunque por esta época no estaba legalmente reglamentada la sucesión al trono y,  más bien, se esperaba la palabra del rey para elegir sucesor. Siendo ya entrado en años el rey David, se sucedió una serie de hechos, de intrigas,  pleitos y divisiones en la corte y entre los hijos del monarca por la sucesión en el poder. Uno de los hijos del rey habido con Jagguit y hermano medio mayor de S., Adonías, pretendió ser rey de Israel y para esto se preparó con carros, caballos y una escolta de cincuenta hombres,  pues se decía “yo he de ser rey”, 1 R 1, 5- 7. Adonías formó partido con Joab, sobrino y jefe del ejército de David, así como con el sacerdote Abiatar, 1 R 1, 7, en sus pretensiones de reinar.


Por otra parte  se formó el grupo de los partidarios de S., el sacerdote Sadoq, Benaías, hijo de Yehoyadá, el profeta Natán y Betsabé, la madre de S. El profeta Natán hizo entrar donde David a Betsabé, para intrigar a favor de S., y el rey, enterado de los movimientos de Adonías, dijo a su mujer: “Te juré por Yahvéh, Dios de Israel: Tu hijo S. reinará después de mí y se sentará sobre mi trono en mi lugar. ¡Pues así he de cumplirlo hoy mismo!”. Inmediatamente, el rey ordenó al sacerdote Sadoq, a Benaías y al profeta Natán, que llevaran a S. a Guijón, lo ungieran y lo proclamaran rey de Israel, 1 R 1, 11-40. Así, S. asumió el poder, estando aún vivo su padre David, y perdonó a su hermano Adonías la vida, quien se había  refugiado en el santuario agarrado de los cuernos del altar, 1 R 1, 41-53.


Sin embargo  Adonías pidió como mujer a la sunamita Abisag, última mujer que acompañó a David en sus últimos días, lo cual fue considerado por S. como otro intento de tomar el trono, por lo que fue condenado a muerte, 1 R 2, 13-25. Abiatar, el sacerdote, fue destituido y confinado en Anatot, ciudad levítica cercana a Jerusalén, y fue sustituido por Sadoq.


Joab  también fue muerto, y en su lugar fue nombrado Benaías al frente del ejército, 1 R 2, 26-35.


Bajo el gobierno de S.  el reino de Israel logró extender sus territorio a su máxima extensión, vivió una época de prosperidad, de gran riqueza y de esplendor literario. Reestructuró administrativamente el reino dividiéndolo en doce distritos, y al frente de cada uno puso un gobernador, 1 R 4. El reino fue ampliado desde el río Éufrates hasta el país de los filisteos, y hasta los límites de Egipto, 1 R 5, 1. Organizó el ejército con carros de guerra y caballos e igualmente fortificó muchas ciudades para la defensa del territorio, 1 R 9, 16-19; 10, 26-29; 2 Cro 8, 1-6.  S. estableció numerosas alianzas con otros pueblos, como la que celebró con Jiram, rey de Tiro. Estableció un intercambio de mercancías, S. le enviaba alimentos, e Jiram le suministró las maderas, los metales preciosos así como los artesanos para la construcción del Templo y de su palacio, 1 R 5, 15-32; 7, 13-14.  S. mantuvo relaciones comerciales con muchos pueblos, controlaba las rutas caravaneras y tuvo gran actividad naviera, las flotas marinas de los aliados S. e Hiram llevaban acabo constantes expediciones de intercambio comercial, 1 R 9, 26-28; 10, 22; 2 Cro 8, 17-18. Uno de los renglones más importantes de la actividad comercial del reino de Israel era el de los metales, sobre todo la minería del cobre y del hierro, con minas cerca del mar Rojo. S. dominaba el comercio con Arabia, como se puede ver en la visita que la reina de Sabá le hizo, la cual sin duda se efectuó por razones diplomáticas y comerciales, 1 R 10, 1-13; 2 Cro 9, 1-12.


Esta apertura comercial  el trato con diferentes culturas y la prosperidad del reino de Israel fueron el terreno abonado para una intensa actividad literaria en el reinado de S., el cual, igualmente, fue considerado un gran  pensador y sabio, que incluso superó la sabiduría de Oriente y de Egipto;  dice el texto sagrado que pronunció tres mil parábolas y proverbios,  compuso más de mil cánticos, además de sus conocimientos botánicos y de zoología; “venían de todos los pueblos para oír la sabiduría de Salomón”, 1 R 5, 9-14. Al rey S. se le han atribuido varios textos, obras sapienciales, como el Cantar de los cantares, Eclesiastés o Qohélet,  Sabiduría de Salomón y los posteriores Salmos de S. y Odas de S.


Sin embargo  a pesar de la gran sabiduría del rey S., se le critican en las Sagradas Escrituras algunas faltas. Por una parte, llevó una vida de lujos,  al estilo de las cortes paganas de la época. Tuvo un verdadero harén, en el cual se encontraban mujeres de diferentes países: se casó con la hija del faraón, 1 R 3, 1; 7, 8; 9, 16 y 24; tal vez se trate del rey egipcio Psusenas II, de la dinastía XXI. Se dice que tuvo setecientas mujeres con el rango de princesas, además de trescientas concubinas, 1 R 11, 1-3. Esto de tener mujeres extranjeras estaba prohibido por la Ley. Dichas mujeres hicieron caer al rey en la idolatría, hasta el punto de que adoró a Astarté, diosa de los sidonios, a Milkom, dios nacional de los ammonitas, y a Camós, dios de Moab, a los cuales les levantó altares, 1 R 11, 4-13. Por otra parte, S. sometió al pueblo a cargas impositivas onerosas, a la leva, todo lo cual fue la causa para que a su muerte el reino se dividiera, tal como lo manifestó el pueblo en la asamblea de Siquem, donde se fracturó la unidad de Israel, 1 R 12, 4.   En el N. T., siendo hijo de David, aparece en la genealogía de Jesús como su antepasado, Mt 1, 6-7. Hablando Jesús sobre la Divina Providencia, dice que Dios ve hasta por los pajarillos, y que S. en su grandeza no se vistió como una de estas avecillas, Mt 6, 29. Igualmente,  hace Jesús referencia a la sabiduría del rey S., hasta donde fue la reina de Sabá desde los confines del mundo; pero los Judíos que tienen ante sí a Jesús, alguien más que S., no se convierten, por lo que la soberana se levantará en el juicio final y los condenará, Mt 12, 42.



                                                                   Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003


                                                                                                                  

 
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