jueves, 4 de agosto de 2011

MARCOS WITT "ADOREMOS" AUDIOLIBRO


¿Sabe lo que significa adoración?
La Biblia nos enseña que existen muchas formas de adorar a Dios, como por ejemplo la oración, la alabanza, el canto, el ayuno, la fiesta, la oración de gracias.
Pero a través de este libro descubrirá una refrescante interpretación de la palabra Adoración, que le ayudará a comprender que es un estilo de vida más que una forma de expresarse con el Señor.
Marcos Witt le ayudará a descubrir algunas de las claves para ser un “verdadero Adorador”.






SALOMON

El Rey Salomon frente a la Reyna de Saba

                Salomón

Rey de Israel, 970-931 a. C. Hijo y sucesor del rey David, su padre, y de Betsabé, nacido en Jerusalén, 2 S 5, 14. Cuando Salomon. nació el profeta Natán lo llamó Yedidías, del hebreo Yediyah, que significa “amado de Yahvéh”, 2 S 12, 24; palabra que, según los exegetas, implica el perdón al pecado de David con Betsabé, y la escogencia de S. como rey, por encima de sus hermanos con mejores títulos hereditarios; aunque por esta época no estaba legalmente reglamentada la sucesión al trono y,  más bien, se esperaba la palabra del rey para elegir sucesor. Siendo ya entrado en años el rey David, se sucedió una serie de hechos, de intrigas,  pleitos y divisiones en la corte y entre los hijos del monarca por la sucesión en el poder. Uno de los hijos del rey habido con Jagguit y hermano medio mayor de S., Adonías, pretendió ser rey de Israel y para esto se preparó con carros, caballos y una escolta de cincuenta hombres,  pues se decía “yo he de ser rey”, 1 R 1, 5- 7. Adonías formó partido con Joab, sobrino y jefe del ejército de David, así como con el sacerdote Abiatar, 1 R 1, 7, en sus pretensiones de reinar.


Por otra parte  se formó el grupo de los partidarios de S., el sacerdote Sadoq, Benaías, hijo de Yehoyadá, el profeta Natán y Betsabé, la madre de S. El profeta Natán hizo entrar donde David a Betsabé, para intrigar a favor de S., y el rey, enterado de los movimientos de Adonías, dijo a su mujer: “Te juré por Yahvéh, Dios de Israel: Tu hijo S. reinará después de mí y se sentará sobre mi trono en mi lugar. ¡Pues así he de cumplirlo hoy mismo!”. Inmediatamente, el rey ordenó al sacerdote Sadoq, a Benaías y al profeta Natán, que llevaran a S. a Guijón, lo ungieran y lo proclamaran rey de Israel, 1 R 1, 11-40. Así, S. asumió el poder, estando aún vivo su padre David, y perdonó a su hermano Adonías la vida, quien se había  refugiado en el santuario agarrado de los cuernos del altar, 1 R 1, 41-53.


Sin embargo  Adonías pidió como mujer a la sunamita Abisag, última mujer que acompañó a David en sus últimos días, lo cual fue considerado por S. como otro intento de tomar el trono, por lo que fue condenado a muerte, 1 R 2, 13-25. Abiatar, el sacerdote, fue destituido y confinado en Anatot, ciudad levítica cercana a Jerusalén, y fue sustituido por Sadoq.


Joab  también fue muerto, y en su lugar fue nombrado Benaías al frente del ejército, 1 R 2, 26-35.


Bajo el gobierno de S.  el reino de Israel logró extender sus territorio a su máxima extensión, vivió una época de prosperidad, de gran riqueza y de esplendor literario. Reestructuró administrativamente el reino dividiéndolo en doce distritos, y al frente de cada uno puso un gobernador, 1 R 4. El reino fue ampliado desde el río Éufrates hasta el país de los filisteos, y hasta los límites de Egipto, 1 R 5, 1. Organizó el ejército con carros de guerra y caballos e igualmente fortificó muchas ciudades para la defensa del territorio, 1 R 9, 16-19; 10, 26-29; 2 Cro 8, 1-6.  S. estableció numerosas alianzas con otros pueblos, como la que celebró con Jiram, rey de Tiro. Estableció un intercambio de mercancías, S. le enviaba alimentos, e Jiram le suministró las maderas, los metales preciosos así como los artesanos para la construcción del Templo y de su palacio, 1 R 5, 15-32; 7, 13-14.  S. mantuvo relaciones comerciales con muchos pueblos, controlaba las rutas caravaneras y tuvo gran actividad naviera, las flotas marinas de los aliados S. e Hiram llevaban acabo constantes expediciones de intercambio comercial, 1 R 9, 26-28; 10, 22; 2 Cro 8, 17-18. Uno de los renglones más importantes de la actividad comercial del reino de Israel era el de los metales, sobre todo la minería del cobre y del hierro, con minas cerca del mar Rojo. S. dominaba el comercio con Arabia, como se puede ver en la visita que la reina de Sabá le hizo, la cual sin duda se efectuó por razones diplomáticas y comerciales, 1 R 10, 1-13; 2 Cro 9, 1-12.


Esta apertura comercial  el trato con diferentes culturas y la prosperidad del reino de Israel fueron el terreno abonado para una intensa actividad literaria en el reinado de S., el cual, igualmente, fue considerado un gran  pensador y sabio, que incluso superó la sabiduría de Oriente y de Egipto;  dice el texto sagrado que pronunció tres mil parábolas y proverbios,  compuso más de mil cánticos, además de sus conocimientos botánicos y de zoología; “venían de todos los pueblos para oír la sabiduría de Salomón”, 1 R 5, 9-14. Al rey S. se le han atribuido varios textos, obras sapienciales, como el Cantar de los cantares, Eclesiastés o Qohélet,  Sabiduría de Salomón y los posteriores Salmos de S. y Odas de S.


Sin embargo  a pesar de la gran sabiduría del rey S., se le critican en las Sagradas Escrituras algunas faltas. Por una parte, llevó una vida de lujos,  al estilo de las cortes paganas de la época. Tuvo un verdadero harén, en el cual se encontraban mujeres de diferentes países: se casó con la hija del faraón, 1 R 3, 1; 7, 8; 9, 16 y 24; tal vez se trate del rey egipcio Psusenas II, de la dinastía XXI. Se dice que tuvo setecientas mujeres con el rango de princesas, además de trescientas concubinas, 1 R 11, 1-3. Esto de tener mujeres extranjeras estaba prohibido por la Ley. Dichas mujeres hicieron caer al rey en la idolatría, hasta el punto de que adoró a Astarté, diosa de los sidonios, a Milkom, dios nacional de los ammonitas, y a Camós, dios de Moab, a los cuales les levantó altares, 1 R 11, 4-13. Por otra parte, S. sometió al pueblo a cargas impositivas onerosas, a la leva, todo lo cual fue la causa para que a su muerte el reino se dividiera, tal como lo manifestó el pueblo en la asamblea de Siquem, donde se fracturó la unidad de Israel, 1 R 12, 4.   En el N. T., siendo hijo de David, aparece en la genealogía de Jesús como su antepasado, Mt 1, 6-7. Hablando Jesús sobre la Divina Providencia, dice que Dios ve hasta por los pajarillos, y que S. en su grandeza no se vistió como una de estas avecillas, Mt 6, 29. Igualmente,  hace Jesús referencia a la sabiduría del rey S., hasta donde fue la reina de Sabá desde los confines del mundo; pero los Judíos que tienen ante sí a Jesús, alguien más que S., no se convierten, por lo que la soberana se levantará en el juicio final y los condenará, Mt 12, 42.



                                                                   Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003


                                                                                                                  

"Jesus es Dios"


 
<< Juan 14 >>

 


Palabras de consuelo y dirección
1 No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así,os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros. 3 Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros. 4 Y conocéis el camino adonde voy. 5 Tomás le dijo: Señor, sino sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino? 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. 7 Si me hubierais conocido, también hubierais conocido a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto.8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. 9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: ``Muéstranos al Padre? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí es el que hace las obras. 11 Creedme que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas. 12 En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre. 13 Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si me pedís algo en mi nombre, yo lo hare


"La ira del hombre"


“Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Jam_1:20).


El cuadro nos es familiar. Una reunión de la dirección de la iglesia está en marcha y debe tomarse una decisión. No se trata de alguna doctrina importante de la fe sino quizás acerca de reformas del local o de distribuir algunos fondos. Se produce un desacuerdo, se inflama la ira, se caldean los ánimos y los gritos irrumpen. Unos pocos individuos, decididos, los vocales de la mesa directiva, finalmente prevalecen. La reunión llega a su fin y se van con la ilusión de que han hecho avanzar la obra de Dios. La verdad es que hicieron avanzar cualquier cosa menos la obra de Dios y Su voluntad. La ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Se cuenta la historia de que Emerson salió precipitadamente de una reunión de comité donde había habido muchos argumentos y lucha mental. Estaba furioso y parecía oír que las estrellas le decían: “¿Por qué vas tan enojado, hombrecito” A lo que Leslie Weatherhead comenta: “Qué maravillosamente las silenciosas estrellas en su majestad y remota belleza acallan nuestros espíritus, como si estuvieran diciendo realmente: “Dios es lo suficientemente grande para cuidarte”, y “Nada de lo que te preocupa es tan importante como parece”.
Sabemos que, efectivamente, hay lugar para la ira justa. Esto ocurre cuando el honor de Dios está en juego. Pero Santiago no está pensando en eso cuando habla de la ira del hombre. Se refiere al hombre o a la mujer que insiste en salirse con la suya, y que cuando es obstaculizado, explota en ira. Se refiere a la orgullosa persona que considera que su juicio es infalible, y por lo tanto se muestra intolerante o inconforme.
Para los de este mundo, el temperamento explosivo es señal de fuerza, símbolo de liderazgo y un medio de demandar respeto. Creen que la mansedumbre es debilidad.
Pero el cristiano sabe mucho más. Entiende que cuando pierde la cabeza también pierde respeto. Toda explosión de ira es un fracaso. Es la obra de la carne y no el fruto del Espíritu.
Cristo nos ha enseñado un camino mejor: El camino del dominio propio, de dar lugar a la ira de Dios, de mostrar mansedumbre a todos los hombres. El camino de soportar pacientemente el agravio, de volver la otra mejilla. El cristiano sabe que con cada manifestación de ira, oculta la obra de Dios, hace borrosa la diferencia visible entre él y los inconversos y que sella sus labios en lo que respecta al testimonio.


William MacDonald
























 
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